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Introducción al libro de los Asmodian
No fue siempre así. Hubo un tiempo donde las dos partes de este mundo
eran una sola, estábamos tan unidos como si fuéramos hermanos. Éramos
iguales, teníamos los mismos ideales y compartíamos los mismos
propósitos, proteger la Torre de la Eternidad. Cuando nos fallaron, lo
destruyeron todo. Nuestro mundo y nuestra gente fueron desgarrados.
En la mitad de abajo de este mundo, encontrarás un somero, pero
su existencia ha sido encantada con el pecado, la avaricia y la gula, un
orgullo fuera de lugar y una arrogancia aplastante. Ahí encontrarás a
los Elyos, una raza de criaturas despreciables que dedican su existencia
a diezmar todo lo que es bueno en este mundo. No se dejen engañar por
su apariencia de santos, bajo su piel pálida solo existe oscuridad.
Nosotros vivimos en la parte superior de este mundo, los
Asmodians, lo llamamos casa. Después del épico cataclismo fuimos
empujados a la oscuridad, a lo desconocido, y no tuvimos otra opción que
adaptarnos y sobrevivir. Cada día nuestro mundo nos enseña algo nuevo,
nos abrió los ojos a nuevas posibilidades y nos otorgó una fuerza
inquebrantable para poder reconstruir nuestra vida una vez más. Gracias a
nuestra experiencia hemos podido llegar tan lejos, no todos los días te
dan la oportunidad de volver a empezar, para corregir tus errores.
Un momento, me estoy adelantando. Primero una introducción, mi
nombre es Kineas y soy un Daeva, un ser creado para la lucha contra los
Balaur. Yo, junto con mi pueblo, hemos realizado todo lo necesario para
asegurar nuestro lugar en Atreia, y estamos dispuestos a hacer cualquier
cosa por defender lo que nos corresponde por derecho .Si los Elyos
quieren guerra, tendrán guerra. Los tiempos de paz hace tiempo que
desaparecieron, ahora es tiempo de venganza.
Después de todo lo que ha sucedido en nuestro mundo, Creo que es
mi deber relatar los acontecimientos que nos han traído hasta nuestros
días. He escrito este diario para contar lo sucedido durante los años
que nos han llevado a la situación actual, tal vez comprenderás cual fue
la causa de que nuestro mundo cambiara tanto.
Adelante lee, ¡Y aprende que significa ser un Asmodian!
Capítulo 1: Unidad
Primero voy a hablar de la era que existió antes de que yo naciera.
Nuestras historias relatan cuentos de verdes tierras con abundantes
praderas, un mundo donde podíamos crecer felices con nuestras familias.
Así era la era antes de que los Elyos y los Asmodians existieran, cuando
simplemente éramos conocidos como humanos. Atreia era solo uno. Toda
una. Como estábamos todos juntos, no había división, no entre nuestros
mundos, no entre nuestros pueblos.
Los años pasaron. No puedo dejar de sentir enfado, no valoraron
el paraíso que les habían otorgado, incluso tenían la idea de que este
mundo iba a seguir siempre así. Sin embargo, una vez que sabes lo que ha
ocurrido las cosas empiezan a tener sentido, puede que mirando atrás
nos demos cuenta de los tesoros que teníamos. Puede que incluso esta
tierra baldía que ahora llamamos casa sea un paraíso comparado con otras
tierras aunque encuentro difícil imaginar un lugar más desolado que
este.
Las cosas cambiarían. Pocos imaginábamos el horror que Aion había
guardado para nosotros, nuestro mundo estaba a punto de ver una gran y
persistente pesadilla y una incontable sed de guerra.
Capítulo 2: Una malvada creación
O voy a relatar una pesadilla, al principio fueron llamados draken,
eran criaturas terroríficas. Enormes y pesadas, nuestras improvisadas
armas eran inútiles frente a su fuerte piel. Peor aún, podían expandir
sus alas y volar por el cielo, haciendo inútiles nuestras escasas
defensas en un momento. Aprendimos pronto a escondernos de los draken, y
sin un depredador natural, su número y su confianza crecieron en igual
medida. Hace tiempo, sus siluetas, creadas por Aion para poner orden en
el mundo, eran una vista común en el cielo.
Su deseo de poder era insaciable; especies enteras murieron y
marchitaron bajo la furia de los draken. Ellos trajeron el infierno en
su paso, dejaban carbonizadas y arruinadas todas las tierras. Pronto,
después de la matanza inicial estas bestias empezaron a tener algo de
inteligencia. Después de darse cuenta de la tendencia guerrera de los
Krall y los Mau, los draken decidieron no destruirlos, si no subyugarlos
a sus filas, pero solo después de haberles jurado lealtad eterna. Fue
en ese tiempo cuando los draken experimentaron una evolución, algunos de
ellos se hicieron más fuertes y más inteligentes que el resto. Estas
criaturas fueron llamadas Dragones, no draken, y de ellos, cinco tomaron
el mando de los demás. Estos cinco se conocían como Señores Dragones.
Los cinco Señores Dragones, rápidamente reorganizaron sus
fuerzas, estableciendo su sociedad como si fueran rangos militares.
Ellos decidieron cambiar el nombre a su pueblo como "Los Balaur”. Con su
nuevo título, las bestias atacaron de nuevo con un vigor renovado,
diezmando a los pocos grupos que se atrevían a oponer resistencia.
Ni con eso seguían satisfechos, y buscando nuevos oponentes,
pusieron su atención el dios de Atreia, Aion, y le demandaron que les
otorgara los mismos poderes que nuestro creador. Cuando Aion rechazó,
los Balaur, llenos de rabia e impulsados por la codicia, se volvieron
contra nuestro dios, y reunieron sus fuerzas para realizar un gran
ataque a la Torre de la Eternidad.
Capítulo 3: Ascensión
Aion se vio obligado, en represalia creó 12 criaturas llamadas
Señores Empíreos. Estas criaturas poseían una belleza y una fuerza que
jamás se había visto antes, y como los Balaur, podían volar gracias a
una extraña y curiosa sustancia llamada Aether. Nuestra fe e dios, y
nuestra devoción por Atreia fueron reconocidas: estas criaturas fueron
creadas a imagen nuestra, y vinieron para salvar el mundo en el cual
muchos de nosotros habíamos aprendido a llamarlo casa.
Inevitablemente empezó la batalla, pronto se convirtió en una
larga y sangrienta guerra. Encontramos protección a los alrededores de
la torre, dentro del escudo Aetheric que nuestros Señores Empíreos
crearon para nosotros. El escudo era pequeño, y el resto de tierras de
fuera del escudo quedó bajo el control de los Balaur. Los Señores
Empíreos se debilitaron tanto como se debilitaron los Balaur, cuando los
Balaur se dieron cuenta de esto, pusieron a criaturas inocentes justo
fuera de sus fronteras e hicieron una carnicería con ellos para así
llamar la atención de nuestros Señores y sacarles fuera. Fueron crueles,
sus acciones lo único que consiguieron fue aumentar nuestro odio hacia
ellos.
Ese tiempo, es el que nosotros más adelante le pusimos de nombre
La Guerra Milenaria. Un tiempo en el que los seres humanos podían
prosperar una vez más bajo la protección de las alas de los Señores
Empíreos. Durante ese tiempo nací yo, con el tiempo crecí hasta ser un
hombre joven, encontré el Aether que Aion había concedido a este mundo e
hizo un drástico cambio en mí. El Aether me respondió, y yo a él,
pronto mis talentos fueron conocidos por otros a quienes la gente veía
en raras ocasiones. Estos otros, estos Daeva, fueron humanos en su
nacimiento, pero poseían una habilidad innata para manipular el Aether
que era utilizada por los Señores Empíreos. Lentamente pero seguro
aprendí a dominar estas habilidades, mientras que al principio solo
podía enfriar el aire de mi alrededor, pasaron los meses y podía
congelar a mis oponentes, y convocar bolas de fuego para destruir a los
Balaur. Me veneraban, casi como a un dios, aquellos que una vez me
tuvieron de su pecho ahora me ponen en un poderoso pedestal.
Lo que yo siento, el hijo de un simple granjero, el poder causar
sufrimiento a esos Balaur era intoxicante, esto era una bendición de
Aion que nunca desearía devolver.
Pronto el número de Daevas fue suficiente para que nuestros
Señores Empíreos nos movilizaran dentro de las fuerzas de batalla. Me
uní a la legión, progresé rápido y ascendí en rangos, dejando atrás mi
infancia, una infancia de un chico llamado Phalaris.
Capítulo 4: Cobardía
Ascendí rápidamente de rangos. Mis habilidades como mago eran
superiores que la mayoría del resto de los Daeva y pasado un año ya
estaba al mando de una legión entera. La lucha era fiera, y mientras que
frecuentemente estábamos en peligro ante los Balaur, nuestros Señores
Empíreos siempre tenían cuidado de protegernos. Nuestras tácticas y
estrategia mejoraron, cada vez podíamos empezar a matarlos de más
jóvenes, más dragones tontos, cuando antes nos veíamos forzados a
retirarnos dentro de nuestro escudo Aetheric. Eran pequeños pasos, pero
como todo padre sabe, un niño debe aprender primero a andar antes de
aprender a correr.
Así, llegó el día en el que supimos cosas asombrosas.
El Señor Israphel, uno de los dos Guardianes de la Torre de la
Eternidad (Señor Israphel, quien odiaba como nadie a los Dragones)
declaró que deberíamos hacer la paz con ellos. El propósito de la
guerra, no era aniquilar a los Balaur, si no proteger Aion.
Me quedé sorprendido; sorprendido de que uno de nuestros
salvadores perdiera su resolución tan fácilmente, sorprendido de que su
coraje y su feroz determinación desapareciera tan… tan repentinamente.
Al principio hubo una gran consternación entre los Señores Empíreos. En
ese momento, la paz era impensable… una parodia. Todos pensábamos lo
mismo. La propuesta de Israphel era absurda.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que los Señores más
débiles mostraran que realmente nunca habían tenido estómago para la
lucha. La Señora Ariel fue la primera en capitular, y con honestas
palabras habló de la sabiduría de Israphel, de su antigüedad, de su
valentía – ¡valentía! – en atreverse a proponer la paz. Tuvo la audacia
de decirnos como deberían pensar y actuar los Daeva.
Rápidamente ella y sus seguidores se habían olvidado de los
sacrificios que habíamos sufrido en miles de años. ¿Qué valor tan
miserable otorgaban a la sangre derramada de muchos de nuestros
familiares?
Pero los otros Señores aun tenían espíritu de acero. Como soy un
Daeva pude hablar con algunos de los Señores, y con el que mejor trabajé
fue con el gran y digno Señor Asphel. Su decisión siempre fue fuerte, y
era en sus misiones donde siempre teníamos el mayor éxito. Su forma y
su capacidad fueron un ejemplo para muchos de nosotros; así que cuando
el insípido escrito de Ariel empezó a influir en algunos de los Señores y
ví la mueca de la cara de Asphel, supe sobre quién ponía mi lealtad.
Estuvimos hablando con él. Reprendió a Ariel por su desdén en la honra
de nuestros muertos y criticó la ingenua y equivocada iniciativa de paz
como una pérdida de tiempo.
La sala estalló con furia. Todavía suena en mis oídos... el
rugido, la confusión, las palabras de la acusación y el odio, cada una
de las partes se puso una en contra de la otra. Más allá, vi a Israphel
hablando apasionadamente con Siel, que escuchaba gravemente. Israphel
insistía en que podríamos defender Aion trabajando en pro de la paz, en
lugar de a través de la guerra. Para mi horror, Siel asentía.
Para preservar la concordia, todos nos pusimos de acuerdo en
abandonar la gran sala y dejar a los doce Señores Empíreos que
discutieran solos. Fui con mis compañeros de armas que estaban del lado
de Lord Asphel para ser un grupo unido; pero otros se escaquearon en la
noche, en compañía de sus cobardes seguidores. Al final, estábamos en
campamentos separados, dependiendo de si se había elegido el bando de
los dignos ó de los débiles.
Esperamos pacientemente los resultados de esa noche. Lo recuerdo
bien; recuerdo mirar a través de nuestro mundo, observando los penachos
de fuego desde la distancia y sabiendo que la paz con los Balaur era
imposible. Miré hacia el pasado y recordé las décadas de lucha sin
cesar, recordé esos ojos oscuros sin alma, que sin parpadear e
implacablemente masacraron a mi familia y a mis amigos, sin una razón
mejor que el simple deseo de dominación que tienen esas bestias.
Sabía que Siel rechazaría la propuesta de Israphel. Sabía que
Asphel argumentaría su caso, nuestro caso, y los otros casos, quizás la
Señora Ariel vería el sentido por si misma y estaría de acuerdo. Sabía
esto; y aun cuando salieron los Señores Empíreos, la decisión que se
había tomado hizo que mis nervios saltaran, a mi legión y a mi nos
dejaron tambaleando. Lady Siel sucumbió. A pesar de todas nuestras
protestas, ella e Israphel, como guardianes de la Torre, poseían la
autoridad final sobre los doce. La decisión era definitiva. Se había
llegado a un acuerdo con los Balaur. La voz de Aiel estaba llena de
júbilo y triunfo, incluso algunos entonaban una canción de paz.
Asphel salió hecho una furia. Cuando se marchó, tome el vuelo detrás de él, y un significativo número de Daeva hizo lo mismo.
Capítulo 5: La época del cataclismo
Así que, pasados unos días, comenzó la conferencia de paz. Como
muestra de respeto hacia los cinco Señores Dragones, redujeron el escudo
Aetheric de alrededor de la Torre, y los invitaron dentro de esta
colosal estructura para realizar las negociaciones.
Fueron unos minutos eternos. Miré los ojos de mis legionarios, y
ví la desconfianza y el odio de que nuestras convicciones fueran tan
débiles como para haber cedido ante estas bestias, nos hemos puesto de
rodillas ante ellos para que traten con nosotros. Me volví hacia mi
centurión de más confianza, y me dirigí a hablar con él, cuando, tan
rápido como un chasquido, todo cambió. Hubo gritos, confusión, una
derrota. Uno de los Balaur calló, y Lord Asphel estaba listo para
luchar, sus ojos brillaban.
Los Balaur atacaron. Siel e Israphel gritaron una vez para subir
el escudo Aetheric pero en la segunda vez, nos fallaron. Perdidos en el
tumulto no pudieron actuar correctamente para defender la Torre. Bajo
las rabiosas garras y las armas de los Balaur, La Torre comenzó a
astillarse y a fragmentarse.
Recuerdo el rostro torturado de Israphel, azotado por la
culpabilidad, se dirigió con Lord Asphel y con todos sus Daeva a la
región Norte, mientras tanto Siel marchó con Ariel y los suyos al Sur.
Aun quedaba esperanza. Trabajando en dos grupos, uno en cada extreme de
la Torre, los Señores Empíreos harían todo lo posible para impedir la
destrucción de la Torre.
Lo hicimos rápido. Esos en el Sur, ahora lo sabemos, no lo hicieron.
En un instante a la vez que la torre de la Eternidad se
derrumbaba el mundo se oscurecía. La gente salió corriendo y gritando en
todas direcciones.
Recuerdo ese momento como si fuera ayer; recuerdo mirando hacia
arriba y viendo como caían pedazos de la Torre, iluminado solo por la
luz de la gran estructura. Recuerdo estar allí de pie, inmóvil mientras
un gran fragmento de la Torre caía sobre mí. Recuerdo muy bien ese día…
fue el día que encontré otro regalo por ser un Daeva: inmortalidad.
Me desperté, vi a través de nuestro gran mundo, Atreia estaba
dividida en dos partes. La mitad inferior se había envuelto con una luz
intense y brillante, mientras que la nuestra se había sumido en el frío,
en la oscuridad desolada.
La conferencia de paz había terminado.
Capítulo 6: Secuelas
Lentamente nuestros ojos se iban adaptando a la luz, y poco a poco
nos íbamos encontrando los unos a los otros. Nuestra gente estaba
angustiada, aterrorizada: nadie sabía como había sobrevivido. Calmé a la
gente diciéndoles que encontraría la forma de hacer un campamento y
calentarnos; después me dirigí hacia el tocón que fue la base de nuestra
torre.
Fue allí donde encontré una bendición: los cinco Señores Empíreos
que fueron enviados para mantener intacto Aion estaban vivos. Nos
juntaron a todos, y nos dijeron que nuestro mundo había cambiado para
siempre, y nos explicaron el por qué. Había ocurrido lo peor en el
intento de paz, habían muerto millones, y Siel e Israphel, los dos
guardianes de la Torre, habían sacrificado sus vidas para que nosotros
pudiéramos vivir en su lugar. En vida cometieron una gran locura, pero
sus muertes no fueron sin honor, y en silencio estuvimos recordándoles.
Poco después regresé al campamento y ayudé a construir un enorme
fuego para atraer al resto de supervivientes. Durante los días
siguientes, miles vinieron con nosotros, maltratados, amoratados, y
angustiados por los acontecimientos que habían transcurrido. Yo tuve la
suerte de encontrar a mi hijo Phalaris entre los supervivientes, fui el
único de mi asentamiento que había sobrevivido.
Pasaron días, semanas. Se puso de manifiesto que nuestro mundo,
nuestro mundo roto, se había estabilizado, nuestro destino estaba
nuevamente en nuestras manos. Aion, al parecer, se había marchado, él
era quien proporcionaba el Aether que era la fuente de mi poder. Por
primera vez en mucho tiempo, me volví a sentir vulnerable. No quería que
me dominara el miedo, así que hablé con Asphel, para trazar los planes
de reconstrucción de nuestro nuevo mundo.
Han pasado setecientos cincuenta años, durante este tiempo he
visto como sucedían grandes cambios. Pronto nos quedamos sin leña,
nuestros ojos se adaptaron a la oscuridad que nos invadía. Nuestro
pueblo fue construido, y bautizado como Pandaemonium, pronto se expandió
en una gran ciudad. Ví florecer a nuestro pueblo, adaptarse,
evolucionar contra todo pronóstico, siempre bajo la dirección de
nuestros Señores Shedim.
Nuestra evolución también fue física; nuestra piel pálida creció
sumida en esta oscuridad, y en el duro suelo lleno de escombros que
parecen cuchillas de afeitar ha convertido nuestros pies en garras.
Nuestras manos también fueron agraciadas con garras, es como si
dijéramos que ninguno de nuestra raza ira desarmado jamás. Estas marcas
fueron lo mas difícil de aceptar, pero si fueron necesarias para nuestra
supervivencia, y así lo fueron, entonces no hay otro remedio que llevar
esta carga. Para nosotros son el precio a pagar por el intento de paz
de Israphel, el cual Ariel fue tan tonta de apoyarlo.
Durante ese tiempo ví como Phalaris crecía y moría junto con sus
hijos, y junto con los hijos de sus hijos. Así es la vida de un Daeva.
Capítulo 7: Retribución
Un día ocurrió una cosa curiosa. Los fragmentos de la gran Torre
hundidos en la tierra empezaron a emanar una suave luz, entonces de
repente se elevaron hacia el cielo. Asphel ordenó a Archon, el más
fuerte de nuestros Daeva, y a su unidad de la cual formo parte, que
investigara.
Salimos de inmediato, encontramos un portal que nos teleportaba a
otro mundo, a un lugar que estaba entre Asmodae y la parte Sur de
Atreia, los pilares de piedra flotaban en el aire. En este mundo el
Aether que necesito en mis habilidades flotaba en abundancia, tuve una
gran sensación de alivio cuando descubrí que mis habilidades de volar
seguían intactas. Volví a Pandaemonium y relate todo lo visto a nuestros
Señores Shedim. Asphel inmediatamente ordenó a Archon que protegiera
ese portal, cuando pregunté por qué, no me contestaron, simplemente
miraron al cielo, hacia la parte inferior de Atreia.
Dos días después, mientras estábamos planeando una segunda
expedición a través del portal, los guardias estacionados en Morheim no
se comunicaron con nosotros. Zikel, uno de los Señores Shedim y nuestro
dios de la destrucción, tomó el relevo de Archon, incluyéndome a mí,
para ir a investigar.
No habíamos viajado muy lejos cuando de pronto encontramos a un
grupo de personas, afirmaban que eran de la parte Sur de Atreia, en pie,
con sus armas desenfundadas. Parecían ángeles, y aunque hablaron poco,
nos juzgaron de inmediato. Imagina – Ser juzgados por un crimen que
ellos, no nosotros, habían cometido. No fuimos nosotros los cretinos de
corazón blando, que dieron la bienvenida a los Señores Dragón dentro de
nuestra torre en plena guerra – ¡Fueron ellos!
La ira de Zikel era más que evidente, arrojó a estos "Elyos” al
suelo, demandando que maldijeran a Nezakan, uno de los señores Empíreos
que fue tan débil como para pedir la paz a los Balaur. Zikel escupió,
había demostrado que parte tenía la culpa. ¿Reconocerán estos Elyos los
errores de sus señores y los condenarán por sus estupideces?
Su líder, un hombre llamado Deltras, lo rechazó todo. Ahora
sabemos que el orgullo es la mancha de todos los Elyos, se negó a culpar
a sus Señores, en su lugar maldijo a Zikel. Las espadas fueron
desenfundadas, cargamos contra ellos, abatiéndolos como cobardes. No
obstante, algunos de ellos lograron escapar; la mayoría hacia nuestra
ciudad donde llenos de ira mataron a nuestras mujeres y niños antes de
que pudiéramos terminar con ellos. Dos volvieron a su tierra,
ensangrentados pero no vencidos.
Capítulo 8: Un viejo enemigo, un nuevo enemigo
Ese día volvimos a Pandaemonium, y de inmediato decidimos unir
nuestras fuerzas para la guerra en contra de los Elyos. Los días
siguientes los combatimos, y estalló una Guerra a gran escala entre
nuestros pueblos. Al poco tiempo, se nos presentó una nueva prueba, los
Balaur, exiliados por largo tiempo en el interior del Abismo,
encontraron una manera de escapar de su prisión. Su sed de sangre era la
misma de antaño, y con sus antiguos aliados de nuevo a su lado no
podemos subestimar su poder.
Los Elyos, se intentaron presentar como brillantes criaturas y
con una cursi moral de superioridad, solo han tenido éxito en retraerse a
sí mismos fuera de las profundas raíces de la historia, la cual nos da
la fuerza a los Asmodians. Ellos desean olvidar el pasado, para
despreciar la sangre que nuestros ancestros comunes vertieron en su
nombre, como si fuera una mancha humillante.
Pero nosotros los Asmodians no deshonramos nuestro pasado. Cuando
nos encontramos el uno al otro la primera vez en esa noche oscura,
ensangrentados pero vivos en la orilla del Asmodae, buscamos un lema con
el cual pudiéramos reconocernos a nosotros mismos… aun no habíamos
evolucionado en nuestras nuevas formas, muchos estábamos alrededor de la
luz del fuego.
‘Sangre por sangre’, vino como un susurro de la oscuridad, y a
día de hoy aun no sabemos quién lo dijo… algunos dicen que fue Asphel,
otros que Zikel, y otro claman que fue el mismo Aion, bendiciéndonos con
su aliento de muerte. Pero cuando al día siguiente amaneció, pálido y
sombrío, esas palabras estaban en boca de todos, y a nadie le importaba
de donde habían venido.
La sangre debe ser derramada para vengar a aquellos que
derramaron su sangre por nosotros. Y aquellos de nosotros que tenemos la
misma sangre – los leales, los justos que hemos permanecido juntos a lo
largo del tiempo, largas noches las de entonces – nos mantenemos y nos
ayudamos los unos a los otros. El susurro se ha hecho eco durante
siglos, pasando de madres a hijos, de padres a hijas, de capitanes a
soldados, de familiares a familiares. Al igual que nuestra sangre, nos
calienta y nos llama para la lucha.
Ahora hemos descubierto algo que ha dado a nuestra misión un
sentido de urgencia. Con el paso del aire, nuestro planeta fluye Aether
fuera de nuestra atmósfera. Hemos buscado durante meses la fuente del
Aether, la buscamos por todo el Abismo, y por Asmodae, cuando la
respuesta estaba justo en frente de nosotros.
Son las dos Torres. Una ponderosa resonancia aun existe entre las
dos Torres, una vibración invisible entre las dos mitades de nuestro
planeta. Es como si en memoria de la perdida Torre de la Eternidad, se
llaman la una a la otra a través del vacío, y su comunicación ha creado
el abismo.
El Abismo absorbe Aether, drenándolo como si fuera agua vertiéndose en el océano.
El Aether cada vez se propaga más delgado y mas fino con cada día
que pasa, pronto afectará a nuestros Daevas, y a nuestro planeta.
Atreia solamente sigue unida gracias al vínculo que Siel e Israphel
crearon cuando sacrificaron sus cuerpos etéreos de Aether, un proceso
que acabó con sus propias vidas. Pronto el Abismo debilitará estos
lazos, y si se rompieran, nuestra atmósfera se derrumbaría, y todo el
mundo en este planeta perecería.
Aun queda una táctica viable. La resonancia no puede continuar si
solo sobrevive una de las Torres. Nuestro camino a seguir es claro:
debemos destruir la Torre de la luz. Solo entonces podremos poner fin al
derramamiento de sangre y salvaguardar las vidas de los Asmodian de la
arrogancia y la tiranía de los Elyos.
No duraremos en esta ocasión. No habrá descanso para nuestras
espadas, solo una brutal e irresistible ola de destrucción que
finalmente echará de nuestra casa a esos tontos y arrogantes que
infectan nuestras tierras.
Una vez más nuestro destino esta en nuestras propias manos.
Sangre por sangre, nuestro lema, y con los duros Asmodians a mi lado, no
pararemos, no desfalleceremos. Esta vez, no fallaremos.
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